El Vizcaya fue enviado a Nueva York temprano en 1898 como intercambio con la visita "amistosa" del USS Maine a La Habana. Después de la destrucción del Maine, volvió a España y se unió a la flota de almirante Cervera. Muy pronto el Vizcaya volvía a cruzar el Atlántico por última vez. Fue bloqueado en Santiago de Cuba con el resto de la fuerza de Cervera. El Vizcaya fue la segunda nave en salir del puerto el 3 de julio de 1898. Sufriendo el fuego americano durante la batalla de Santiago, encajó 4 granadas de 203 mm, 9 de calibre medio y 12 de calibre ligero. El capitán Antonio Eulate encalló el Vizcaya en las rocas cerca de Aserradero, en las cercanías de Santiago y se entregó para evitar mayores pérdidas de vidas de su tripulación. Cuando el capitán Eulate fue traído herido a bordo del Iowa, echó un vistazo a su navío ardiente, y levantando la mano en saludo dijo: "Adiós, Vizcaya". Como si fuera una señal, el compartimiento delantero del crucero estalló en cuanto las palabras salieron de sus labios. Cuando la marina de guerra de los EE.UU. examinó las ruinas de la flota española después de la guerra, el Vizcaya fue declarado como pérdida total. Aún hoy puede observarse a lo lejos desde la carretera Granma, cerca de Aserradero, en el mar, una de sus silenciosas torretas con su cañón.