El Cristóbal Colón era uno de los 10 buques gemelos de construcción italiana de la Clase Giuseppe Garibaldi construidos en los Astilleros Sestri Ponente de Ansaldo, Génova. Argentina había adquirido cuatro de estos navíos, dos Japón, tres Italia y el Colón español. En esta compra española debió de estar un segundo navío, que se hubiera denominado "Pedro de Aragón".
Su armamento principal estaba compuesto por 2 cañones Armstrong de 254 mm que nunca llegó a montar por las prisas con que fue adquirido, y por la inminencia del conflicto con los EEUU, asi como el posterior bloqueo armamentistico. Tambien montaba 10 cañones Armstrong de 152 mm, 6 cañones Armstrong de 120 mm, 10 cañones Nordenfelt de 57 mm, 10 cañones Nordenfelt de 37 mm, 2 ametralladoras y 5 tubos lanza-torpedos.
El Cristóbal Colón, que era el único barco que parecía poderse poner a salvo, al ser el más rápido de ambas flotas, fue el tercer buque en salir de la bahía de Santiago el 3 de julio de 1898. El Colón, un buque rápido, consiguió tomar distancia de los barcos estadounidenses hasta que consumió todo el carbón de buena calidad que llevaba y tuvo que comenzar a utilizar un carbón de mala calidad cargado en Santiago de Cuba, perdió velocidad, y fue alcanzado por los estadounidenses.
Su comandante, el Capitan de Navio Emiliano Diaz y Moreu, como en los otros casos decidió embarrancarlo y evitar que cayera en manos del enemigo, la tripulación abrió las válvulas que inundaron el barco en la desembocadura del río Turquino, a unos 90 kilómetros de la entrad de la bahía de Santiago. Fue el buque español menos dañado y hoy es el pecio mejor conservado de la flota de Cervera.
El Cristóbal Colón, de hecho, prácticamente quedó indemne, Y eso que, un crucero acorazado nada tenía que hacer frente a un poderoso acorazado. Los norteamericanos intentarían reflotar el Colón con la intención de incorporarlo a su flota posteriormente, pero la precipitación hizo que los norteamericanos no tuvieran en cuenta el hecho de que la tripulación española hubiera abierto las válvulas de fondo para inundar el navío, con lo cual éste se dio la vuelta y se perdió definitivamente.
Fue el máximo exponente de la improvisación y mala planificación de la escuadra española, pues se mandó a un buen barco, sin su artillería principal a un combate en el que no tenía nada que hacer.