El buque recibió el nombre honrando al
Almirante Antonio de Oquendo (1577-1640), que mandó la flota española durante la batalla de Pernambuco (1633), donde los españoles lograron una gran victoria contra los holandeses.
En la primavera de 1898, el buque Almirante Oquendo estaba en La Habana, Cuba. Al regreso del Vizcaya a La Habana después de su visita profética a Nueva York, ambos buques pusieron rumbo a las islas de Cabo Verde para unirse a la escuadra del almirante Cervera. El Oquendo no pudo ser atracado y su casco no se limpió. Por consiguiente, las condiciones de la parte sumergida de su casco eran muy malas. Podía hacer solamente de 12 a 14 nudos. Como parte de la escuadra del almirante Cervera, el Oquendo navegó hacia el Caribe. Durante la batalla del 3 de julio en Santiago, el Oquendo fue el cuarto barco en salir, siendo dañado prontamente por la artillería rápida del acorazado Iowa. Recibió 43 impactos de las cañones de 57 mm del Iowa, por lo que la mayor parte de los marineros en las cubiertas superiores fueron muertos o heridos. El Oquendo también sufrió el fuego de los cañones más pesados de la flota norteamericana, incluyendo tres impactos de 203 mm (8 pulgadas), uno de 152 mm (6 pulgadas), un impacto de 127 mm (5 pulgadas) e impactos de 102 mm (4 pulgadas). Después de que sus calderas estallaran, no tenía ninguna capacidad de combate. Su comandante, el capitán Lazaga, mortalmente herido, lo echó a pique. El crucero se hundió sobre las 10:30 de la mañana a unos 700 m (menos de media milla) de la orilla cubana, a 12,6 km de Santiago. El Oquendo perdió cerca de 80 hombres en la batalla.
Al día de hoy, muy cerca de la costa, en la playa de Juan González, sobresalen aún del agua, que oculta los restos del navío, dos de sus cañones.